30 nov 2008

El luchador invisible

Hay días que uno hace muy mala sangre. Normalmente dejo fuera del blog circunstancias personales, sobre todo si son tan particulares como ésta. Pero hoy haré una excepción, como método alternativo a los hongos alucinógenos, para alcanzar la catarsis. El caso es que mi familia y yo somos somos la gente más antagónica que existe. Si a ellos les gustan las películas palomiteras, yo opto por la última de Kim ki Duk. Si a ellos les encanta Logroño, yo lo aborrezco a la semana de estar allí. Vaya, que si esto fuese una película, estaríamos condenados a ser el némesis de la contraparte. Algo así como Batman y Catwoman contra el Joker, sólo que a mis padres no les sentaría bien el cuero y a mí... bueno, sí, a mí la cara de payaso me encajaría perfectamente.

En circunstancias normales, lo anterior, sobre todo cuando vives a 1800 kilómetros de tu casa, se hace bastante llevadero. Pero a alguien se le ocurrió en su día que inventar aparatos para poder hablar con otra gente al otro lado del mundo era una buena idea. Hay veces en los que me hubiera gustado conocer personalmente a Marconi (o al tipo del que robó la idea) para decirles cuatro cosas. Mi familia es un caso atípico que debería ser estudiado por los hombres de ciencia. Y en especial por los físicos. Viven en Logroño, en un piso donde deben converger las fuerzas de la naturaleza creando una alteración espacio-temporal que hace que su vida sea un bucle donde no cabe modificar comportamientos y mentalidades. Algo así como en "El día de la marmota" pero a nivel psicológico. Y sin marmota. Eso da lugar a que en determinados momentos se olviden de que eres una persona adulta, que tiene una vida propia e independiente y que ya no vivimos en los ochenta. Que vives Alemania, pero que en seguida le tocará el turno a Italia, Inglaterra u... Oriente próximo, quién sabe. El caso es que suena el teléfono y escuchas: -¿Oye, el tipo que te alquiló el piso no estaba trabajando en Tailandia durante ese tiempo? - Pues sí - ¿Ya sabes que tienen los aeropuertos retenidos?. A ver si va a volver a Alemania y te vas a tener que ir de su casa. - Ya, ya lo había pensado, además el hecho de no tener contrato no me ayudaría nada.- ¿Y qué vas a hacer? ¿Con lo difícil que es encontrar un piso allí? ¿Y trabajando? ¿Y con el frio que hace? ¿Y por qué no se puede ir a casa de sus padres si vuelve? ¿Es que no tiene padres? ¿O a casa de un amigo? ¿Y no te ha mandado un e-mail para comunicarse contigo? (en una incipiente guerra civil en el país donde está y no tiene otra cosa que hacer que mandarle un correo a su arrendatario para que no se preocupe...). ¡Pues tendrás que volver a Logroño!- ¿¿¿WTF???

Desde luego este no es un caso aislado, sino que se repite cada vez que hablamos por teléfono pero con diferentes situaciones (por aquello de no ser monótono y repetitivo). Pasó con la gripe del pollo en Hungría (no querían que dejase de comer pollo, sino que me volviera vegano), con mi viaje con mis amigos periodistas a Sarajevo (¿pero no hay todavía Cascos azules y están matando a gente en las cervecerías?), y así un largo etcétera. Las soluciones son siempre igual de radicales. El caso es que toman un problema pequeño y lo convierten en algo irresoluble. No es que conviertan un grano de arena en un desierto, no, es que cogen un ovillo de lana y lo transforman en una bola con pinchos. Y lo peor de todo es que con la campaña mediática (o de terror) que hacen a través del teléfono, solucionar no solucionan nada, pero estresarme y desquiciarme, muchísimo. Lo del alarmismo lo han debido aprender en los medios de comunicación oficiales. Una de las últimas fue que tenían pensado sacar todos sus ahorros del banco por si quebraba con la crisis. Parece que mi descojono al otro lado del teléfono ayudó a que se replantearan la cuestión. Aunque ya anteriormente habían temido por sus ahorros: el hecho de que los tuviesen depositados en Caja Laboral, de origen vasco, les infundía cierto temor, no fuera a ser que euskalerria se independizara y se quedasen con todo (...) Se pasan la vida luchando contra problemas invisibles. O preparándose de ante mano por si algo malo ocurre, poniendo los medios de forma preventiva ante el eventual desastre, que, normalmente, nunca llega. Pero es que si lo hace, los diques de contención ¡normalmente no sirven para nada! Debe ser que yo soy un viva la virgen. Eso o que me gusta disfrutar de la vida cuando el tiempo y el trabajo no lo impiden. De verdad que a uno le entran a veces ganas de acabar como los de Lost... santa paciencia.

22 nov 2008

"Clock is ticking"

En estos momentos debería estar de excursion por Schleswig o Flensburg, en la frontera con Dinamarca. Pero el caso es que ayer me desperté con algo de fiebre y una gripe incipiente y, aunque he logrado controlarla de momento, he decidido quedarme en casa a descansar siguiendo los consejos de mi conciencia (que en las últimas semanas ha adquirido forma de pelusa gigante y se pasea por la cocina). El caso es que aprovechando la improductiva tarde de ayer he estado repasando mi estancia germánica hasta el momento.

Trabajo: mucho, tal vez demasiado. Me despierto cuando todavía es de noche (a eso de las 6:45 de la mañana) y salgo del Max-Planck Institute cuando ya es de noche, a las 18:00, con el tiempo justo para llegar a mis dos horas de clase de alemán (el porqué de la costumbre alemana de referirse a "dos horas de clase" cuando en realidad son una y media sin pausa, sigue siendo un misterio insondable para mí). El caso es que empiezo a tener la sensación de vivir en Dark City, con tanta oscuridad. Lo más divertido fue cuando ayer por la mañana mi compañera Cristina (en el medio, con cara de felicidad por tener un muffin de chocolate a su alcance) me dice: "pues esta mañana han dicho en la radio que hemos alcanzado las máximas temperaturas del día y que hoy tendremos dos horas de luz...". Por cierto, ayer y hoy por la mañana ha estado nevando.

Alemán: muy intensivo. Vine siendo incapaz de expresarme. Dos meses después sigo sin ser capaz de hablar. Ahora, eso sí, se decir "competencia jurisdiccional" y "derecho de desistimiento" sin ningún problema (en alemán, digo, sino no tendría tampoco tanto mérito). Por otra parte, entiendo conversaciones simples y la idea general de diálogos más complicados. Las clases a las que asisto son un Betrug (fraude) por dos motivos: la profesora es joven e inexperta. Además el hecho de que esté todavía estudiando una carrera en la Universidad (...) hace que no tenga ganas ni tiempo de prepararlas. Por otro lado entre mis compañeros hay varios turcos que llevan viviendo aquí entre dos y cinco años y hablan de puta madre, pero de gramática ni zorra oiga. Conclusión: se pasan toda la santa hora hablando ellos y fastidiando al resto. Además la profesora me odia, no sé exactamente por qué. Si no me he cambiado todavía es porque son las clases más baratas del condado y, sobre todo, porque están a cinco minutos andando del lugar donde trabajo, lo cual, siendo Hamburgo (ciudad seis veces más grande que París) es casi un milagro. Mi dos últimas grandes ideas al respecto han sido empezar con Harry Potter und der Stein der Weisen, donde cuento con un frenético ritmo de lectura de tres páginas y media por hora; y empezar a escuchar la radio en alemán. Gracias a esto último me enteré de que hay algún problema grave con cierto tipo de antibióticos en Alemania estos días y algo de unas vacas con "lengua azul". A veces tengo la sensación de que van a decir en el metro algo así como "hay un asesino suelto por los andenes, desalojen rápidamente" y yo voy a pensar que están anunciando la próxima parada...

Ocio: mejorable. Salir de fiesta he salido una o ninguna vez. Lo malo de entrar a trabajar en sitios como el Max-Planck es que la mayoría de tus compañeros son unos frikies y en lo único que piensan es en el trabajo. Por otro lado, entre aquellos que escapan de esa dinámica, no sé exactamente por qué motivo, nunca cuaja la idea de salir de juerga hasta altas horas de la madrugada y acabar borrachos desayunando arenques con huevos fritos en el Fischmarkt de St. Pauli (costumbre hamburguesa tradicional donde las haya). Viendo que la situación no tiene perspectivas de cambio he decidido tratar de no volver a quedarme en Hamburgo ningún fin de semana (salvo causas excepcionales como si me viene alguien a visitar o si un policia llamado Klaus viene a por mí por haber estado descargando varios cientos de películas a través de Internet). Gracias a esta nueva política ya he visitado Bremen, Düsseldof y Münster. Si todo va bien mañana nos iremos al mercado navideño de Lübeck. Y tengo en mente para las próximas semanas Hamelin, Rostock y el parque natural de Harz, entre otros.

Con todo, sigo teniendo la sensación de no aprovechar el tiempo todo lo que debería. En el trabajo no avanzo todo lo que quisiera y es difícil meterle más horas. Y situaciones como las del malestar de ayer y cancelar el viaje de hoy hacen que no consiga desconectar todo lo que me gustaría. Aún así la gente que he conocido hasta hora es genial y siempre pasamos buenos y divertidos ratos juntos. Lamentablemente siempre hay algún polaco pesado que se empeña en recordarte al menos dieciséis veces al día que "the clock is ticking and the time is running" Seguiremos informando.

14 nov 2008

Düsseldorf (Düsseldwarf)

Después de una semana de mucho trabajo y aproximadamente cuatro horas diarias de alemán (estoy avanzando muchísimo, ya sé pedir cerveza tostada, cerveza de trigo, cerveza de alta fermentación, alkazezter...), era el momento de tener una escapada de fin de semana. Así que el sábado muy de mañana (a eso de las seis y pico) la amiga Renata y yo nos dirigimos a la estación central de Hamburgo dispuestos a comenzar el viaje. Nuestra idea, dado el madrugón, era aprovechar las casi cuatro horas de duración del mismo para dormir y llegar frescos y descansados a Düsseldorf. Aquella noche ella había dormido tan sólo dos horas. Yo menos de cinco.

Con deambular zigzagueante fruto del sueño nos subimos en el tren y buscamos un par de asientos que no estuvieran reservados. Como la gente normal a esas horas duerme, no tuvimos demasiados problemas. Vi un par de asientos al lado de la puerta y dije -aquí- y nos sentamos. No sé que absurdo motivo me llevó a pensar que los asientos en el extremo sur del vagón eran mejores que el resto. El tiempo se encargaría de quitarme la razón (y si fuese un tiempo personificado, como en los Teletubbies, de descojonarse de mí). A los cinco minutos nos pusimos música, apoyamos la cabeza en algo blandito y... "click", desconexión [véase la foto de Renata con cara de felicidad].

No pasaron ni veinte minutos cuando algo nos sobresaltó. Ese algo terrible tenía forma de vieja abultada. Y con ese algo viajaban su hijo, que no llegaba a los treinta años, y sus nietos, tres pequeños bastardos. Disculpad la expresión, además tal vez tengáis razón, el bastardo sólo era uno, el que se sentó a mi lado. El enano cabroncete no tardó ni cinco minutos en empezar a darme patadas. Así, por las buenas. Y la abuela, que no decía nada, bastante tenía con entorpecer el tráfico del vagón interponiendo entre la salida y el resto de los viajeros un coche de bebé que requería de una cintura de avispa y aproximadamente tres años de gimnasia artística para ser sorteado sin incordiar a mi amiga eslovena, que se encontraba sentada en el extremo opuesto. Obviamente no todo el mundo lo conseguía. Así una señora tuvo que elegir entre caerse encima del bebé y golpear con su bolso la cara de Renata. Eligió lo segundo. Pero eso sí, pidió disculpas en voz baja mientras se alejaba.

A todo esto que el niño había decidido que darme patadas a mí no era suficiente y empezó con Renata. Ella, que afronta los problemas de una forma más directa y adulta que yo, hizo lo que tenía que hacer: devolverle al niño las patadas. Tras un breve intercambio de ataques y bloqueos decidimos que lo mejor sería buscar otro asiento. No tardamos en irnos, pero en un breve lapso se agolparon en mi cabeza varios términos en distintos idiomas para describir a la critaturita (bastardo, bâtard, bastard, hijodelagranp...). No tuvimos más incidencias en el resto del trayecto, pero eso sí, no conseguimos conciliar el sueño. A continuación una foto de mía con el mocoso. ¿Veis la cara de felicidad?


Así, de esta forma tan accidentada llegamos a Düsseldorf. Una vez allí decidimos ir al hotel a dejar las cosas. Para no entretenernos buscando un taxi decidimos que lo mejor sería ir andando (...). ¿Le véis la lógica? Pues yo tampoco. Pero en el mapa parecía que estaba taaaaan cerca. Cincuenta minutos y un par de bollos con nueces y/o crema del Kamps más tarde llegábamos al hotel. Allí nos atendieron muy bien, nos dijeron que harían la cama que faltaba por hacer y nos recomendaron que nos quedásemos a desayunar al día siguiente. La recomendación era gratis, el desayuno doce euros por persona. Decidimos prescindir de la recomendación.

Una vez acomodados nos lanzamos a recorrer las calles de Düsseldorf. El día era magnífico. Había estado lloviendo la noche anterior, acabando así con todo el polvo en suspensión, lo que dejaba una increíble luz para practicar la fotografía (sí, ambos somos unos freakis, en mi caso sin conocimientos además). Unas cuantas fotos más tarde (la mayoría se encuentran este enlace) decidimos que teníamos hambre. Por la tarde visitamos el Altstadt (casco antiguo) de la ciudad. Como habíamos dejado mi guía de Alemania en el hotel porque pesaba varios kilos, rápidamente nos dimos cuenta que no sabíamos ante qué nos encontrábamos en cada momento. Un edificio de ladrillo rojo con enredaderas. Un tío montado en un caballo. Una antena de telecomunicaciones. Eso sí, teníamos tres mapas distintos, perdernos no nos íbamos a perder. Cuando por la tarde fuimos al hotel a echar una siesta pre-sábado por la noche y consultamos la guía vimos que en realidad no habíamos estado interpretando correctamente la realidad historico-artística de la ciudad. El edificio de ladrillo rojo resultó ser la Rathaus (un ayuntamiento renacentista del siglo XVI), el tipo a caballo una estatua del Elector Jan Willem y la antena de televisión un restaurante giratorio con mirador de 172 metros de altura. Con todo, la parte histórica no era tan impresionante. Eso sí, los habitantes de Düsseldorf tienen un alto concepto de sí mismos. Y así en la guía que cogimos en la oficina de turismo definía a la estatua ecuestre (a la que por otra parte nada tendría que envidiar la estatua de Espartero en el Espolón de Logroño, por poner un ejemplo) como "una de las estatuas ecuestres barrocas más importantes al norte de los Alpes" (debe ser que ando algo pez en geografía y no hay mucho espacio de tierra al norte de los Alpes) o a la iglesia de San Andreas, llena de estuco en el techo y que por lo único que destacaba era porque el mausoleo lo componían cuatro ataudes estilo far-west como "una de las iglesias barrocas mas bellas a orilas del Rin". Afortunadamente nos quedaba el domingo y el Medienhafen. Por la noche salimos, encontramos un bar donde pusieron desde Janis Joplin hasta Héroes del Silencio, pasando por Rammstein, nos tomamos unas cervezas y a casa. Abajo, el "fascinante mausoleo tan sólo superado en magnificencia por los que se pueden encontrar en Austria (...)".


El domingo amaneció nublado. Sin embargo nos esperaba, tal vez, lo más interesante del fin de semana. Empezamos la mañana con un brunch donde hice acopio de reservas al menos para tres semanas de hibernación. Una vez con el estómago lleno y el espíritu animado emprendimos la visita al Mediahafen, antiguo puerto de Düsseldorf reconvertido en un gran espacio arquitectónico compuesto por edificios originales de arquitectos de la talla de Frank Gehry, Fuminiko Maki o Claude Vasconi. No todas las estructuras eran de mi gusto, pero el conjunto resultaba impresionante (abajo las fotos). Y después y para terminar, el motivo que verdaderamente había traído a Renata a la ciudad (yo es que me apunto a un bombardeo cuando de viajar se trata): la nueva exposición de fotografía de David Lynch en la Epson Kunstbetrieb. Fue precisamente este hecho y una serie de fenómenos extraños que acaecieron durante todo el fin de semana (como por ejemplo que un tipo que daba bastante mal rollo nos empezara a rondar por las calles solitarias el sábado por la noche, o que al doblar una esquina aparecieran los miembros de la versión alemana de Los Soprano) lo que dio pie a que Renata no pudiera dejar de acordarse de Twin Peaks, repitiendo una y otra vez "Where is the dwarf?" (de ahí el título del post). La exposición altamente recomendable (y en ocasiones desagradable, ved si podéis en la página de la galería una foto titulada Chicken Head) y el fin de semana, pese a todo, muy divertido.
















12 nov 2008

La noche de las linternas

Ayer fue 11 de noviembre, día de San Martín de Tours. Y no, no voy a hacer apología del catolicismo, puesto que soy ateo. Lo del santoral viene a cuento de lo que me pasó ayer por la tarde. Imaginaros, está uno tan tranquilo en casa dándole al alemán (al idioma, no a un tipo con bigote) en su mesa multi-funcional, que lo mismo sirve para estudiar, que para cenar... cuando, de repente, se empiezan a oir tambores. Al principio en la letanía, pero cada vez más y más cerca. Y claro, uno piensa, coño, timbales, Semana Santa... ¿pero no estamos en Noviembre? Pero lo que ve cuando se acerca a la ventana y apaga la luz es una procesión, sí, pero de niños portando faroles (Laternen por estos lares). Y claro, como aquí en Alemania no encienden más que una de cada cuatro farolas (y con bombillas de poca potencia) por aquello de no gastar electricidad respetar el medio ambiente, eso más que un desfile de chavales cantando canciones, parecía la Santa Compaña. El caso es que es tradición el 11 de noviembre hacer eso para agradecer al santo su buen gesto y posterior reconversión. Y es que cuenta la leyenda que a San Martín, siendo soldado de la guardia imperial romana, apareciéndosele un buen día un mendigo en medio del camino pidiendo auxilio contra el frío, algo a lo que éste respondió rasgando su roja capa y dando la mitad al pobre hombre (que digo yo que ya le podía haber dado algo que abrigase más, ¿no?) El caso es que al día siguiente le vino a visitar Jesús con la mitad de la capa en la mano agradeciéndole el detalle, pues el mendigo era él... Y esta historia la aprovechan en Alemania los mozalbetes, con representación escénica incluída (al menos en Hamburgo), para salir a la calle a desfilar con farolillos encendidos para alegría de los viandantes y susto de muchos foráneos que no conocen sus extraños ritos.

Aquí dejo el video, aunque advierto que no se ve mucho. Y es que lo de la falta de iluminación en Hamburgo no era ninguna exageración. Pero eso, también, será para otro día.



7 nov 2008

Un año más

La semana pasada di un paso más hacia la no-existencia. Pero como eso está bastante lejos todavía (o así lo espero, siguiendo los postulados de Hume..., un momento, creo que últimamente veo demasiados capítulos de The Big Bang Theory...). Bueno, el caso es que fue mi cumpleaños. Y aparte de que mi regalo vino en forma de novia (que vino a visitarme, quiero decir, no es que nadie me obsequiara con un pase gratis para uno de los locales de la Herbertstraße de Hamburgo...), en el paquete había también una edición especial de Once upon a time in América, la antología poética de Rubén Darío, un disco de Quique González, una increíble edición ilustrada de El Proceso a la que le tenía echado el ojo desde hace tiempo y... bueno, esa cosa que podéis ver en el video y que, de hecho, me encantó. Y es que haber nacido en la noche de Halloween tiene su aquél. No recuerdo, por cierto, donde leí que, en realidad, Halloween era una fiesta que tiene su origen en la tradición celta y que se "exportó" para dar lugar a la pseudo-celebración-tirando-a-chorrada propia de los States.

Por otro lado resulta curioso, que de los últimos cuatro años por estas fechas, tres los haya pasado fuera de España y que en ninguno de los casos lo haya celebrado con mis amigos de toda la vida. Hace cuatro años estaba en Budapest y fue bastante aburrido. Recuerdo que estuve viendo una película en casa de unos murcianos encantadores y después nos fuimos a una fiesta de Halloween horripilante. Hace tres años estaba también en Budapest con dos muy buenas amigas, un polaco al no conocía de nada, una turca a la que no le caía bien y un gran fraude. El año pasado tocó Logroño city, ciudad sin ley. Que me perdone(n) aquél(los) con los que estuviera, pero no sé si es que es muy tarde, o que empiezo a tener un problema de horario de trabajo, pero no consigo recordar que demonios hice (...) pero casi no recordaba que Gergely, Sarolta, Miklos y Vajk , además de un italiano furbísimo, me prepararon un gulyásleves (sopa de goulash húngara) que casi me arranco los pellejos de los dedos de tanto chupar, a la que siguieron unos palinkazos que ríete tú del frío invernal (...) Uhm, bueno, creo que ya es hora de dejar de mirar al pasado y de contar historias, al menos por hoy. Cómo se nota que me estoy haciendo viejo...

Aquí os dejo un video de EL regalo:


3 nov 2008

Sin miedo al contagio

Olía a vino. Un fuerte olor le impregnaba la ropa. Vino fuerte, del que sirve para olvidar, no para beber. Probablemente de tetra-brick. Se sentó justo a mi lado. En una zona del vagon que parece estar aguardando a los vagabundos o a los jóvenes maleducados de viernes por la noche. Olor a orina, olor a rancio y, a veces, a vómito. Sin embargo, con las prisas, acabé sentado allí nuevamente Él era de los del primer grupo. De los vagabundos, algo más que un simple borracho. Su ropa se encontraba sucia y ajada. Los pantalones tenían varias manchas de un denso negro y las botas eran viejas y debían haber soportado demasiada agua en los últimos días. Sin embargo llevaba la barba perfectamente arreglada, al igual que las patillas, todo ello de un blanco impoluto. Justo en frente nuestro se sentó una mujer de unos cuarenta años, con un gran paquete rectangular azul. El hombre le preguntó si era una mesa. No acerté a entender que le respondió ella. Sin embargo la conversación no terminó ahí. Él arrastrando las palabras a través de su abultada lengua. Ella, rápida en sus respuestas, pero nunca escueta. En un determinado momento ella le dijo: -Das Wasser is gut, aber nicht zu viele, oder? ("el agua es buena, pero no demasiada, ¿verdad?"). No lo dijo con desprecio, llevaban cinco minutos de conversación de tú a tú, pero él encajó rápidamente su ironía. -Du bist ein Engel... ("eres un ángel..."). Sus ojos, surcados de arrugas, pero profundamente vivos, se sumergieron en la negrura de sí mismo, reflexionando, aceptando lo dicho y, tal vez, resignandose. Sin embargo en todo momento ella le ofreció su respeto. Estoy seguro de que no lo dijo con condescendencia, ni con un tono moralista, simplemente lo dijo. Mi parada había llegado y bajé del tren...
foto: Slapbcn