31 dic 2009

Un año más. El almanaque.

Enero comenzó con el chisporroteo de un periodo que agonizaba entre la algarabía de los fuegos artificiales que sibilaban en la noche alemana. Era la primera vez que recibía el nuevo año fuera de casa.

Una trucha recién cocinada en la lumbre sin estrellas de una cabaña, en un bosque de Thale, en las montañas Harz y la deliciosa espera en un acogedor restaurante italiano, donde siempre olía a mar y vino blanco secuestraron, entre placas de hielo y libros de texto, al calendario hasta marzo.

Entre Madrid y el Paseo de los Tristes discurrió, con melancólica sonrisa por los buenos momentos vividos, la primavera, que dejó paso a un verano que luego invernó con rabia, antes de lo debido.

Así llegaron los trenes que nos hicieron transitar dentro de nosotros mismos hasta hallar lo que buscábamos. Con la escarpia más dura que hubimos encontrado clavamos los tesoros adquiridos en el corazón de agosto.

Las noches de septiembre y octubre alumbraron, mientras nos revolcábamos en la hierba a las orillas del Ebro, a una escogida nueva familia cuyas raíces continúan hundiéndose con incesable empeño cada día. Inmejorable regalo para una noche de difuntos.

Un rural fin de semana en un paraje de mi otrora desconocida tierra despidió a un noviembre que vio como diciembre se hacía añicos mientras la sangre coagulaba en afilados cortes. El almizcle sin refinar del fracaso de un empeño fiorentino fue festejado en ahogados sollozos que pugnaban por descubrir lo que aguarda tras el azul irisado de los tiempos venideros.

Excúsame el susurro plagiado y permite hacer mío un brindis que es tuyo, ¡a la salud del nuevo año!

28 dic 2009

La espera

Tres personas esperan en la estación a que con el amanecer aparezca el primer tren con rumbo a Catania. El que dicho tren llegue antes o después no dependerá de ellos, sino del horario marcado y del estado de las vías, así que K., ya cansado, decide echarse a dormir sobre la piedra fría. Entre bollería y café consume las casi dos horas que faltan para embarcar y dejar atrás Alemania. En Ucrania la escena se repite, esta vez sin letreros, aunque servido de efímera compañía y aún más efímera conversación. Aún faltan dos semanas para la fiesta. Una para el cumpleaños. Dos días para el fin de año. Y uno para que volvamos a vernos. Pero antes debemos sacar el tiempo de la maleta, tenderlo y ponerlo a secar. La distancia hacia el año venidero es la misma para todos. ¿Por qué no perseguir tu empeño (el mío, el suyo) antes de que la manecilla pequeña gire infinitas veces? Estando así las cosas, inevitable resulta que el punto de inflexión no lo imponga la dictadura del tañido de las campanas, sino el repique de uno mismo.

24 dic 2009

Bienvenidos a Inmolación

Pridnestrovie o Transnistria es un territorio al este del río Dniéster del que se cuentan historias que aconsejan al viajero mantenerse alejado. Ya ninguno de los dos recuerda si era el tren 64 o 66 el que debíamos evitar, pero el caso es que cuando compramos los billetes, la emoción de despertar en Kiev al día siguiente hizo que olvidásemos preguntarlo en la estación. A alguien se le ocurrió que Inmolación era un buen nombre para aquel sitio. 


Cuando estás tan cerca de ninguna parte y tan alejado de lo que conoces, una extraña sensación de calma te invade. Cuando compartes camino con alguien con el que no te importaría jugarte un viaje a los infiernos, la sensación de calma se agudiza y se amplifica hasta que no cabe en el compartimento. En ese momento, el poder acabar en una vía muerta mientras los guardianes de un país desconocido te apuntan con un arma que intuyes muy real, entra dentro de lo posible y, como cantaban los Héroes del Silencio, piensas que nadie te puede parar.


Inmolación es la calma antes de la tempestad. Es la aceptación de lo que tenga que ocurrir mientras las sombras desconocidas ascienden la escalera. Es una litera en un tren nocturno a Ucrania, fuera del alcance de las balas de lo cotidiano. Un camastro donde, con media sonrisa en la boca, cedes y te dejas inundar por el torrente de paz que nace allí donde el miedo no alcanza.

7 ago 2009

Carpathian Forest

Ningun viaje puede ser perfecto. Siempre tiene que ocurrir algo desagradable por muy bien que vayan las cosas. En este caso me ha tenido que tocar a mi a traves de un desagradable malestar estomacal que me ha tenido toda la noche postrado vomitando como una mala bestia. Afortunadamente tras veinticuatro horas sin comer, parece que la cosa esta medianamente bajo control y que manana retomaremos el viaje rumbo a Moldavia.

Sobre todas las (extraordinarias) cosas que nos han pasado hasta ahora hablare cuando llegue a casa dentro de unas semanas y reorganice mi diario de viaje en forma de libreta Moleskine (si, en las que pagas la marca pero hacen la misma funcion que una libreta del todo a cien). Como adelanto, decir que hasta ahora todo lo que podia haber ido mal ha ido bien, y todo lo que podia haber ido bien ha sido insuperable.

La pequena parada del dia de hoy en casa de Anca, la chica que nos acoge en Brasov (Transilvania) ha tenido parte de viaje en el tiempo. Si no fuera por la conexion a Internet, su casa (mas parecida a un viejo caseron que a otra cosa) podria pertenecer a cualquier epoca dentro de los ultimos sesenta anos. Eso, unido a la tormenta que nos ha acompanado en los ultimos dos dias, la quietud y el silencio de un barrio poco habitado y mal iluminado, especialmente de noche, ha servido para detener el tiempo bruscamente y frenar la alocada carrera de sucesos y personas que nos han acompanado en los ultimos dias sin darnos respiro alguno. Desde luego Vlad Tepes ya no habita en estas tierras que antano fueron escenario de guerra y espectadoras de macabras escenas de empalamiento por un principe sanguinario. Pero la sensacion de frio y nostalgia de aquella epoca parece que ha querido acompanarnos en este extrano dia. Tiempo de recogimiento y reflexion.

Proxima parada Chisinau y Orheuil Vechi.

Perdon por las faltas provocadas por un teclado rumano que carece de acentos y otros caracteres.

24 jul 2009

Ajustes y desajustes

Bueno, o podía salir bien. ¿Rusia, Israel y Jordania por 200 euros? Los de "Air Berlín" tenían que tener algún as guardado la cabina del copiloto. Lo que ellos no saben es que les tengo una sorpresita preparada :)

El caso es que hemos tenido que reestructurar el viaje. Al fin y al cabo se trataba de un viaje anti-turístico, para reflexionar y hacer saltar en pedazos la comodidad que proporciona la rutina. Como una imagen vale más que mil palabras...

En el camino nos esperan desconocidos que nos dejarán tirarnos en su sofá y practicar couchsurfing, grandes deconocidos como Bielorrusia, bungee jumping en un pueblo de Bulgaria, skydiving en una dropzone de Lituania y rafting cerca de Sigulda (Letonia). Amén de un más que probable reportaje periodístico que llevaremos a cabo entre mi compañero de guerra y un servidor. Deseadme suerte, porque, esta vez, ¡¡¡la voy a necesitar!!! ;)

Nos vemos a la vuelta.

27 jun 2009

Toma rápida de decisiones

Todo comienza con un e-mail inesperado: "Roberto, te veo muy estresado ultimamente, échale un vistazo a esto". En cuestión de apenas doce horas y con el mundo derrumbándose a tu alrededor (parece que el inicio del verano está siendo una mala época para todos), la decisión se transforma en acción: ¿Desea confirmar la transferencia? No sé. ¿Deseo? Observas el botón de aceptar con respeto. Son las seis y media de la mañana y tu cabeza todavía no rige completamente. Tú futuro compañero de viaje está durmiendo placidamente sin saber nada al respecto. Ya le informarás a lo largo de la mañana. Aceptar. De acuerdo, ¿y ahora qué?

Treinta segundos más tarde recibes un e-mail. "Enhorabuena por haber adquirido un Euro City Pass. Para que su billete sea activado deberá enviarnos en menos de 24 horas su documento de identidad escaneado". Estupendo. Mi autobús a Madrid sale en media hora. Afortunadamente con una cámara de fotos y conexión a Internet se pueden hacer maravillas. Y sino que se lo digan a los de youporn.

6:42 a.m. Tiene un sms. "Capi, acabo de comprar el billete. En cuanto lo tengas llámame". -Qué hijo de puta-, debió pensar cuando se despertó. Eso o -venga, sólo cinco minutos más-, quién sabe. Siete horas más tarde ya eramos dos los gilipollas que habíamos sellado nuestro destino para agosto. Ahora comenzaban los preparativos.

Ring, ring. -Diga- Ho... ho... hola. ¿Teléfono de atención al suicida?- Ja, ja - Venga, vamos a ver qué es lo que nos falta. Los rusos son unos cabrones. Conseguir la visa de turista desde 2008 implica acudir a una de sus tres agencias de viajes oficiales. Nosotros nos hemos decantado por la primera. Es la única que parece que te tramita el visado sin obligarte a acompañarlo de un paquete promocional con excursión en foca a Siberia incluida, por el módico precio de 1600 euros (¿hay focas en Sibera?). Los israelíes no ponen ningún problema a los ciudadanos de la Unión Europea. Y los jordanos son unos cachondos: nada tú tranquilo, acercate a uno de los pasos fronterizos y nosotros, ya si eso, te lo hacemos allí mismo en menos de tres silbidos de bala.

En fin, en un par de semanas deberíamos ir bastante avanzados con los preparativos. Salimos el 30 de julio desde Barcelona con destino a Berlín. Deseadnos suerte.

15 jun 2009

"La escalera de Jacob"

"Desaparecerán con la luz de un nuevo día"- dijo la sombra de la puerta. Entonces cruzó el umbral sin saber lo que le esperaba más allá de la oscuridad. Apartó como pudo a unos y a otros. Y comenzó a descender.

Al final de la escalera encontró tranquilidad. Su tranquilidad. Y escuchó la música proveniente del rincón más oscuro de la pequeña sala donde otros parecían sentirse cómodos aguardando la eternidad. Y entonces comprendió. Y bebió. Cuando ascendió a través de las butacas del vampírico teatro buscando aire, comprobó que no se deshacían en cenizas. Y respiró con alivio.

9 jun 2009

Bifurcación

El cuerpo me pide volver a escribir. De vez en cuando lo hace. Tiene sus necesidades. Pienso que trata de rebelarse. Rebelarse contra la falta de tiempo, de sueño y de oxígeno. Es un síntoma de que algo tiene que volver a girar.

A ver si estrenando plantilla, colores y nombre (tiramos la casa por la ventana) nos ponemos las pilas.

Incluso he estado pensando en volver a publicar (a modo de anecdotario) algunas de las viejas entradas de los fenecidos Cuadernos de Budapest.

Y en invitar a algún amigo a que se pase por aquí.

Por cierto, llevo en España tres meses. Las cosas siguen como siempre. Tengo intención de fugarme de nuevo, pronto.

Si no doy señales de vida en un par de semanas, no llaméis a la policía, es que simplemente sigo durmiendo.

8 feb 2009

El paso de Caradhras

Una de las cosas que me gusta de mis amigos es que suelen acompañarme en mis enajenaciones mentales. Así, cuando se te ocurre que puede ser una magnífica idea hacer una excursión en enero a las montañas, y enfangarse en un recorrido de treinta kilómetros a través de nieves (casi) perpetuas en un país que no conoces, no sólo no lo cuestionan, sino que alaban tan soberbia idea. Es lo que sucedió a finales de enero cuando Héctor vino a visitarme.

-Oye, ¿te parece que vayamos a las montañas Harz?, igual es un poco peligroso pero...- "Sí tío, donde tu digas"- "Lo único que no tengo mirado donde pasar la noche el viernes..."- "No pasa nada, algo encontraremos"- "Mira que puede ser complicado y tal, por aquello de las placas de hielo y los barrancos con 500 metros de caída libre"- "Psss..".- Vaya, que si le propongo en lugar de ir a las montañas, ir a combatir a un grupo de ñus satánicos a Letonia, probablemente la respuesta hubiera sido la misma. Eso se llama amistad inconsciencia.

Antes de salir hicimos una lista detallada de todas las cosas imprescindibles que debíamos llevar. Después de comprobar que no contábamos con la mitad del equipo necesario, y de que Héctor sólo se había traido camisas de verano en la maleta, olvidándose en Madrid cualquier tipo de prenda de abrigo (no debió prestar atención a la parte de nuestra conversación telefónica de la semana anterior en la que yo le comentaba que el ejército pingüinos se estaba haciendo fuerte al otro lado de la calle y que yo ya empezaba a temer por mi vida si el temporal no remitía), decidimos que, pese a todo, estábamos preparados para la aventura.

El sábado, muy de mañana, nos desperezamos y pusimos rumbo a la estación central de trenes. En un alarde de previsibilidad y organización se me olvidó constatar a qué hora abrían las taquillas para comprar los billetes. No sé en que extraño momento llegué a la conclusión de que las 7 debía de ser una buena hora. Por lo visto los trabajadores del Die Bahn (una especie Renfe alemana) no debieron compartir mi punto de vista. Así que tras una elípsis temporal de dos rosinenschneke y un par de cafés con leche cada uno) cogimos, esta vez sí, el tren que nos llevaría a nuestra primera parada: Quedlinburg. Como teníamos perfectamente cuadrados los horarios (o más bien, porque los teníamos cuadrados, a secas) para no perder tiempo entre estación y estación, acabamos en medio de Hannover haciendo hora para el siguiente enlace. Afortunadamente no nos internamos mucho en el bosque la ciudad y supimos volver a la estación, donde incluso nos dio tiempo a comernos un par de Currywurst. En ese momento eran algo así como las 10 de la mañana y nosotros ya no teníamos ni pizca de hambre.

Quedlinburg es una ciudad bonita, con casas de entramado de madera, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Pero después de mis andanzas varias por Alemania, no puedo dejar de decir que no es sino "un pueblo más". Acogedor, bonito, confortable, eso sí, pero uno más. Nuestro siguiente paso, esa misma noche, era Thale, conocida por ser allí donde se celebra la noche de Walpurgis.

Cuenta la leyenda que en la Walpurgisnacht (noche del 30 de abril al 1 de mayo, consagrada a la santa inglesa Walpurgis, que trató de expandir el cristianismo por la tierra de los bárbaros tudescos) el diablo celebra su cumpleaños. Y es en Thale donde íncubos, brujas y demás serés del averno (políticos, banqueros, abogados...) se reúnen a preparar su botellón particular con asadurías de hígado humano, sangre, orgías y todas esas cosas en las que uno suele verse involucrado cuando se pasa con el ron-cola. Como era veintitantos de enero no había peligro para nosotros. O eso creímos... hasta que llegamos a Thale.

Como en Alemania del norte tienen la insana constumbre de anochecer a las cuatro de la tarde en invierno, para cuando nostros llegamos a la ciudad no se veía nada. Ni carteles, ni indicaciones, ni un par de neonazis con sus perros y sus novias que nos saludaron con amables palabras (...) El caso es que el mapa de la ciudad parecía pintado por un meningítico. Y así no había manera de encontrar el hostal donde nos alojábamos. Como uno ya es viejo en estas lides, busqué en la mochila los mapas que había imprimido en el trabajo el día anterior. Efectivamente, los mapas se encontraban al lado del cuchillo sucio de mantequilla y un vaso de cola-cao que, la noche anterior, había dejado... en la mesa de mi piso. Sin embargo, no era el momento de que cundiera el pánico, todavía tenía mi maravillosa guía "Lonely Planet" en la mochila (la cuál, por cierto NO recomiendo). A ver..., sí, aquí está: dirección Schwarzewald sin número. Mmm, "Schwarze"... negro, mmm... "Wald"... bosque... mmmmm. Héctor, creo que la hemos cagado. Nuestro hostal está en el bosque negro sin número. ¡¡¡¿¿WTF??!!!

Entre el puto mapa que, en lugar de tener una detallada lista de los nombres de las calles, lo único que tenía era fotografías de locales disfrazados de personajes de terror, que era de noche, que estábamos cansados y hambrientos, y que nuestro hostal se encontraba en medio del bosque negro, la cosa se ponía cada vez más interesante.

Como el bosque negro no podía estar muy lejos y todo el mundo sabe que los bosques suelen estar en medio de las ciudades (...) le preguntamos a una amable anciana que cómo podíamos llegar hasta allí. ¿Laufen? me dijo. Y yo, sí señora, andando, ¿no ve que no somos de por aquí.? Aquí he de hacer un paréntesis. Héctor no tiene ni pajolera idea de alemán. Imagínese el lector la escena y la cara que debió poner cuando la anciana comenzó a gesticular y me dijo... bueno mijo, tienen que tomar esta carretera, pasar una estación de tren (gesto de estar bendiciendo en misa), otra estación de tren, giras a la izquierda, andas, andas, sigues andando, llegas a una rotonda, tomas la primera a la izquierda, sigues, sigues, sigues, sigues... Héctor no sabía si me estaban dando indicaciones o clases de baile. El caso es que decidimos seguir los consejos de la anciana, que yo creía haber más o menos entendido. Después de cruzarnos con varios personajes tétricos en medio de la noche y de preguntar a otra anciana (las debían de poner en las intersecciones a modo de punto de información o algo) y a una amable y joven pareja angloparlante a la que no debimos entender bien (la chica se empeñaba en que debíamos de seguir un camino de rocas), llegamos a la conclusión de que el camino de rocas lo iba a seguir su padre, y que nosotros no nos ibamos a salir del camino de baldosas amarillas. (...) El caso es que la noche era negra y cerrada como plumaje de cuervo. Y allí estábamos nosotros, en medio de la negrura más espesa, siguiendo el curso de un río, con la esperanza de que los asesinos en serie no trabajasen a temperaturas inferiores a ocho grados bajo cero. No pasó mucho tiempo cuando encontramos un par de edificios en medio del bosque. Uno era un albergue juvenil, el otro, un caserón de madera que, además, resultó ser nuestro hostal.

Cuando uno se aventura en una cosa de estas y llega al hostal tiene la ingenua sensación de que le van a estar recibiendo con los brazos abiertos, confeti y música. Y que le van a decir, muy bien chaval, has superado las doce pruebas de Asterix, mañana serás famoso en la comarca, toma una manta y vete a dormir. La realidad, sin embargo, suele ser bastante distinta. Y es que claro, cuando llegamos al hostal, aparte de la pareja de ancianos que lo regentaban, tan sólo había una persona más. Un tipo medio borracho, que se empeñó en que Héctor y yo éramos una pareja gay y que debíamos bebernos unos chupitos de pera, que él invitaba. En un bar de madera donde la única decoración son más de quinientas figuras de gatos de porcelana y un acuario de peces de colores, a uno le da la sensación de estar en medio de un capítulo de Historias de la Cripta. Al final resultó que el tipo de la barra acababa de ser abuelo y estába celebrándolo. Los ancianos nos prepararon una trucha que nos supo a gloria para cenar. Y el cuarto tenía tres camas y un sofá cama, televisión, radio y una calefacción que funcionaba a toda leche. Al final parecía que las cosas no estaban saliendo tan mal.

A la mañana siguiente la primera sorpresa llegó cuando abrimos los ojos y nos asomamos a la ventana. El bosque por el que nos habíamos internado la noche anterior estaba delimitado por una pared de roca monumental, de varios cientos de metros. Estabamos en el comienzo de lo que se conoce como el "Bodetal". Un valle en medio de las montañas Harz que discurre paralelo al río y llega hasta el Brocken, un pico a más de 2000 metros de altura. No es mucho, pero para nuestro espíritu alpinista era ya más que suficiente. Por la mañana, el desayuno estaba esperándonos en un salón-restaurante para nosotros sólos. Baste decir que, como habrá intuido el lector por sí mismo, nosotros éramos los únicos inquilinos del hostal de aquella noche y, probablemente, de las últimas ocho semanas. El banquete matutino tan sólo se vio alterado por un inspirado Héctor que, tras caerse una vela decorativa, consideró que el mejor lugar para dejarla era el tubo de la calefacción y... por un gato asesino:



A nuestra pregunta de si era posible llegar andando hasta Rubeland, a treinta kilómetros de distancia de Thale, el tipo nos dijo "es geht". Algo así como, se puede hacer más o menos, así que tú mismo. Eso sí, nos advirtió que justo al comienzo del camino tendríamos que sortear un par de placas de hielo, pero que a partir de ese momento el recorrido iba a ser un paseo primaveral. A día de hoy no estoy seguro de si el tipo era un cachondo, o es que realmente no tenía ni puñetera idea de lo que estaba hablando.

Cuando en medio de un paso de montaña veas una cinta como las que pone la policía para que no ensucies la escena del crimen NO PASES. Si un par de tipos se cruzan en tu camino y te dicen que mejor des la vuelta, que el camino está difícil, HAZLES CASO. Estas son dos reglas básicas que parecen muy sencillas para la gente normal. Cuando juntas a un informático y a un doctorando en derecho enajenados después de un copioso desayuno, tal vez la única manera de convencerlos de que no hagan el chorra sea con un bate de beisbol.

El caso es que no hicimos caso de la señal, obviamente, y nos jugamos el tipo haciendo el Spiderman al tratar de evitar las placas de hielo. Lo que nadie nos había advertido era lo que todavía estaba por llegar...

En Quedlinburg

El mapa de Thale


A la rica trucha

¿qué sucede si acercas una vela a un radiador?




...continuará

18 ene 2009

Un viaje en el tiempo (I)

Llevo un par de semanas visitando museos de historia alemana, a ver si así, de una vez por todas, consigo terminar de entender a esta gente. En un par de semanas me he dejado caer tanto por Bonn (ex-capital de la República Federal Alemana), como en Leipzig (una de las ciudades más importantes de la RDA). Entre y una y otra se reparten la Casa de la Historia de Alemania (Haus der Geschichte), cada una mostrando una visión específica de lo que sucedía a ambos lados del telón.

Lo primero que pude apreciar en Bonn es que esta gente, pese a haber cometido mayores atrocidades que nosotros durante la guerra civil española (si es que la barbarie se puede cuantificar, cosa que dudo), ha sabido cauterizar heridas y seguir hacia delante. Mientras nosotros seguimos tirándonos los difuntos a la cabeza, ellos se abren las camisas, lo ponen todo sobre la mesa y organizan exposiciones como la que allí pude ver: ¿Mostrar la bandera? Los alemanes y sus símbolos nacionales. Y no esconden nada. Porque estoy seguro de que para un alemán, como tampoco lo es para alguien de fuera, no es nada grato encontrarse, nada más entrar, con una proyección de los discursos de Hitler frente a cientos de miles de personas, a todo volumen. Como tampoco lo será, digo yo, ver salas negras repletas de cruces de hierro, esvásticas y águilas de piedra de tres metros, decorando las paredes. No acierto a pensar lo que sucedería, si PP, PSOE y demás élite intelectual de nuestro país, aprobaran la constitución de una Fundación de Historia Española y ésta se dedicara a explicar los orígenes de la rojigualda comenzando por un discurso de Franco a las masas en dolby sourround con yugos y flechas animando el panorama. Y es que tengo la sensación de que esta gente nos puede dar un baño de madurez, en muchos aspectos, siendo ésta tan sólo una de las muestras.

Con gran profundidad histórica y lujo de detalles (en alemán la mayoría, porque se trataba fundamentalmente de una exposición de alemanes para alemanes) explicaban cómo el Nacionalsocialismo tomó los antiguos símbolos y colores nacionales y los hizo suyos, pasando a tener así un nuevo significado político (como en casi todas las dictaduras). En fin, toda una lección (de historia).

En nuestra próxima entrega "Una visita a los cuarteles generales de la Stasi, los servicios de inteligencia de la RDA".

7 ene 2009

Diseñando una vida

Cuando te enteras de que (en contra de lo que tú pensabas) tienes que despedirte del extranjero para volver a tu ciudad natal durante al menos diez meses, tu reacción puede variar dependiendo de lo que allí te espere. Cuando, como es mi caso, consideras que España es un "país de pandereta", la cosa se complica. Si a eso añades una ciudad culturalmente yerma (a salvo de gratas excepciones como el Actual o ciertas alternativas cinéfilas) y gran parte de tu entorno social disperso por el ancho mundo (a miles de kilometros aquí o allí), entonces la cosa se pone peluda.

Pero como quejarse no va a ninguna parte y lo mejor es reaccionar, lo mejor que se puede hacer es elaborar el "primer plan de contingencia para sobrevivir en tierra hostil marca ACME". Para ello, lo primero que debe hacerse es limitar la información recibida a aquélla que procede de fuentes fiables (v.g. tu cuenta de Google Reader o la sección de Internacional de "El País"). Por aquello de no ponerse de mal café. Para ello, una buena alternativa es llenar el MP3 de música que te aisle frente a tertulias radiofónicas no deseadas, así como pedir al juez una orden de alejamiento de cualquier aparato televisivo en cien metros a la redonda. También puede ser una opción útil suscribirse a algún podcast para aprender idiomas.

En segundo lugar se halla tener una concepción clara de lo que significa el trabajo. El trabajo no es tu vida. Forma parte de ella, pero no al revés, ¿me explico? Así que la clave es: no permitir que el trabajo te estrese y/o consuma todo tu tiempo. Dejado claro el punto anterior, si lo que quieres es sobrevivir en una ciudad como Logroño, lo que necesitas son autopistas de escape que te llenen. Así puedes ir a visitar la Sala Amós Salvador, si lo tuyo es el arte. Conseguir películas recomendadas por "The Auteurs", si eres un fan del cine independiente (y quedar con otros freakis otra gente para verlas en una casa). Ir a ver los Cuentos de la Luna, si quieres pasar momentos mágicamente agradables. Reunirte con la gente de CS, en una de los múltiples eventos locales o internacionales que propongan (sobre esto escribiré un post más largo otro día). O irte a tomar una cerveza a "El Parlamento" (al bar, no al legislativo, que no queremos tener contacto alguno con políticos).

Pero como no sólo de arte, cuentos, películas o cervezas vive el hombre (bueno de estas últimas vive un poco más, que son bastante nutritivas), todavía queda resolver qué hacer con ese tiempo que te sobra (¡hey!, hemos quedado que tu trabajo no iba a fagocitar tu vida, ¿recuerdas? Así que todavía tiene que quedarte algo de tiempo libre). Y sobre todo, aún queda el problema de qué hacer los fines de semana.

Quedarse en Logroño (o cualquier otra ciudad pequeña) todos los fines de semana NO es una alternativa viable. Así que por qué no cargar la mochila al hombro e irse a recorrer mundo en plan barato (siempre habrá algún CSer, de los que antes he mencionado, que te acoja...). Es cierto que si no fuesemos un país tercermundista, dónde puedes correr un grave riesgo de terminar descuartizado si no sabes con quien te juegas lo cuartos, existirían alternativas para viajar más económicas y divertidas, tal y como sucede en Alemania, donde muchísima gente comparte coche y gasolina sin conocerse, sin miedo a formar parte del abono natural del paisaje.

Así a primera vista creo que no está mal para una versión temprana del manual de supervivencia en pequeñas ciudades ¿A alguien se le ocurre algo más? A ver chicos, sugerencias.

Foto: frodrig

1 ene 2009

Frohes neues Jahr

Nochevieja de 2008. Balance.

Tradiciones rotas:

- 26 años de celebración en Logroño.
- Cena con protagonismo de mariscos, cordero y surimi con aspecto de angula.
- Familiares atacados de los nervios cocinando desde las seis de la tarde.
- Debate con los amigos dos meses antes acerca de la conveniencia o no de ir a un cotillón.
- Descartar el cotillón e improvisar algo en la Calle Mayor.
- Mandar y recibir un montón de mensajes estúpidos.
- Tomar las doce uvas y brindar con champán mientras criticas la pinta de La Capa y el Ramón García que lleva puesta.
- Saludar por la ventana a los vecinos del parque de debajo de casa, celebrando el nuevo año.
- Ver (con precaución y sin abrir las ventanas) como "el del cuarto" y su familia lanzan petardos y cohetes en su intento anual de mutilar a alguien.
- Hacer sonar varias veces "The Doge's Palace" del Millenium Bell de Mike Oldfield.
- Ponerse traje y corbata para ir de fiesta.
- Ir a casa de Héctor a eso de las doce y media y abrazar a toda la "familia adoptiva"
- Preparar sorbete de limón con la Pili y tomárnosolo, ya sin burbujas, en medio de la calle y con un frío del copón.
- Quedar con Esme, emborracharnos (o intentarlo vivamente) y llegar a casa hechos polvo.

Experiencia 2008-2009:

- Celebración en Hamburgo.
- Cena con protagonismo de pollo asado (una vez se constató que NO era tan fácil comprar cordero o ternera el 30 de diciembre), jamón serrano "revelado" (a la hora de la cena descubrimos que era un fake y no era jamón serrano sino ahumado) y Mitternachtsberliner (berlinas de medianoche).
- Familiares relajados viendo "Últimatum a la Tierra" desde las seis de la tarde.
- Ponderación de alternativas para salir por Hamburgo en Nochevieja.
- Descartar las alternativas y NO ir a un cotillón (esto se mantiene).
- Recibir únicamente 3 mensajes (las comunicaciones con Hamburgo son caras, ¿eh, cabrones?)
- Improvisar algo (concretamente como narices ir al Elba en metro desde mi casa) y fracasar en el intento por falta de espacio en los vagones.
- Ir al Binnenalster SIN uvas y recibir allí la entrada del año bebiendo a morro de la botella de sekt.
- Ponerse ropa de campaña para ir a un sitio que parece Vietnam debido a la "colaboración ciudadana" en los fuegos artificiales. Eso sí, con un frío del carajo (esto también se mantiene).
- Escapar de un tram al ver a los revisores entrar por la otra puerta (no, no habíamos comprado tickets... ¡¿quién narices trabaja en Nochevieja?!)
- No quedar con nadie y empezar el 2009 tranquilamente, con la familia.

Valoración: aunque echo de menos a un montón de gente, ha merecido la pena.

¡Feliz año 2009 desde Hamburgo!