30 oct 2008

Reflexiones a las tantas

Ultimamente me encuentro en un periodo bastante reflexivo (¡incluso leo libros de filosofía!, ¿qué pensará Mar de todo esto?). Me asaltan cuestiones sobre el curso que está tomando mi vida. Por eso me pongo a hacer cosas como escribir posts a la una y media de la madrugada cuando al día siguiente debería levantarme a las siete menos cuarto. Pero sobre eso hablaré otro día. Hasta entonces una pequeña reflexión sobre la monotonía y el no-pensamiento (conste que son ideas deshilvanadas y totalmente subjetivas, aunque resultado de una larguísima y profunda reflexión de casi cinco minutos). Las personas buscan. Algunas personas buscan la felicidad. El camino hacia la felicidad es, cuanto menos, complejo (por definirlo de alguna manera). Pero comenzar a andar sin GPS (por el amor de dios, ¿todavía hay alguien a estas alturas que use mapas de carretera?) no suele ser una buena idea. La monotonía produce infelicidad. La monotonía implica no plantearse las cosas, no sólo no intentar cambiarlas, sino aceptar la mayor parte de ellas tal y como vienen (y en concreto las rutinarias). El no plantearse todo esto y simplemente aceptarlo conduce, por tanto, a la infelicidad. Así, el primer paso es preguntarse qué narices estamos haciendo. Yo llevaba un tiempo sedado. Denme algo más de tiempo y habré terminado de desperezarme... ¡buenos días!, digo... buenas noches ;)

26 oct 2008

Concepciones divergentes

Tengo la sensación de que este puede ser el inicio de una nueva sección. La mentalidad española y la alemana pueden llegar a ser tan distintas que tal vez necesite varios posts (y experiencias vitales) para contarlo.

El caso es que el pasado sábado estuve en una visita guiada gratuita a la Hafen City (ciudad portuaria). La Hafen City es un (más que) ambicioso proyecto que tienen por aquí para construir una auténtica ciudad en la zona portuaria edificable en las inmediaciones del Elba. Vienen a ser dos millones de metros cuadrados de paseos, jardines, edificios, zonas comerciales, colegios, restaurantes... vaya, lo que se dice una ciudad. Se pretende que vivan allí tropocientasmil personas y se poyecta construir un edificio comparable a la Ópera de Sidney o el museo Guggenheim de Bilbao, en lo que será la Nueva Filarmónica del Elba. Y digo "en lo que será" porque es todavía un proyecto en ciernes. A la visita guiada le vi yo dos problemas. El primero, que era en alemán y no me enteré de un carajo (lo cual está vinculado directamente con mis experiencias del post anterior). El segundo, que de lo que sí me enteré era de que hasta la fecha tan sólo se ha construido un diez por ciento del total. Y claro, allí nos tuvieron delante de una maqueta gigante durante 32 minutos contándonos lo maravillosa y estupenda que iba a ser la ciudad. Y los alemanes encantados, oiga. Que sí, que el proyecto es impresionante (igual de impresionante que los cerca de 6 billones de euros que se van a gastar. La mayor parte , por cierto, de inversores privados, así que ya nos podemos imaginar que tipo de ciudad nos vamos a encontrar). Pero el caso es que para cuando esté acabado de aquí a cincuenta años, muchos de nosotros ya no estaremos en condiciones de... respirar. Así que uno se acerca allí, ve un par de paseos encementados, solares abandonados, farolas de diseño moderno y juvenil (será para que no sean tildadas de antiguas dentro de cincuenta años) y gruas, muchas gruas, muchísimas. Es lo que tiene desconcer las cosas y no informarse previamente. Yo, sinceramente, me esperaba otra cosa. Sin embargo los tudescos parecían absortos en las explicaciones...

22 oct 2008

Engañar al sistema (y fracasar en el intento)

Tengo que aprender alemán. Como sea. Aunque con poco esfuerzo estaría bien. El caso es que se supone que en breve debería empezar a leer bibliografía en dicho idioma para mi tesis y, de momento, sólo me veo capaz de acceder a clásicos de la literatura universal como "Teo en la feria" o "Mi primera cuartilla". Además los cursos baratos no son. Sobre todo si ya no te puedes acreditar como estudiante porque a los de la Universidad no se les ha ocurrido otra cosa que darte el de profesor, aunque no pases de mísero becario. Las clases en el Instituto Goethe son geniales y se las recomiendo a todo el que quiera aprender alemán (y pueda permitírselo). Hice allí un curso cuando estaba en Madrid, para lo cual casí estuve apuntito de vender mi alma (y no sólo eso) en Montera y adyacentes. Aquí los cursos son incluso más caros así que ni tan siquiera me lo planteé. El caso es que en la Volkhochschule (universidad popular) ofertaban cursos intensivos para inmigrante. Lo primero que pensé fue "qué lástima, sólo para inmigrantes". Fue entonces advertí que nadie a mi alrededor hablaba español y... ¡que yo también era un inmigrante!

- Hola señorita, me gustaría hacer un curso de alemán intensivo.
- Oh, gut. ¿Y cuánto tiempo va a quedarse en nuestro país?
- Pues... unos seis meses.
- Na ja! Una lástima señor, no le podemos ofrecer los cursos de integración porque son para gente que de verdad quiere integrarse en nuestra sociedad. Y usted, por desgracia, está aquí únicamente de paso.
- (cara de palo).
- (sonrisa impostada).
- Bueno, pues nada, hábleme usted de los otros cursos.

Tras unas cuantas explicaciones rellené unas cuantas solicitudes y decidí que merecía la pena intentarlo, sobre todo por el precio (¡el intensivo de quince horas semanales costaba 50 € al mes!). Pero entonces se me ocurrió una idea. Y volví al lunes siguiente.

- Hola dulce dama, verá usted, es que mi situación ha cambiado "dramáticamente" este fin de semana. Tenemos un proyecto europeo... y blablablabla... el caso es que me quedo al menos dos años. Se lo juro. De verdad de la buena. ¿Tendría usted la bondad de creérselo y admitirme en el "Integrationkurs"?

Y va la mujer y me dice que sí. Ni en mis mejores predicciones, vaya. Pero no podía ser todo tan fácil. Fue ahí cuando empezaró una situación parecida a la de las doce pruebas de Asterix. El caso es que me vinieron a decir que para poder ir al curso tenía que tener un papel que se llamaba "Freizügigkeitsbescheinigung" (sí, sí, más de veinte letras, yo tampoco daba crédito). Y que lo que decía ese papel, básicamente, era que tenía derecho a circular libremente por Alemania. Esta gente no se ha debido enterar que, desde hace bastante (Acuerdos de Schengen de por medio) los ciudadanos de la Unión Europea NO necesitamos ningún permiso para eso puesto que, según el TCE (Tratado de las Comunidades Europeas, para los amigos) existe una cosa llamada "libre circulación de personas". Cómo es difícil explicarles eso a los funcionarios (y más aún que se enteren), sobre todo cuando les estás mintiendo, accedí a darme una vuelta por el Berziksamt de cerca de mi casa para conseguir el dichoso papel. Nada más llegar miro. Uhmmm, hay tickets, a ver... el 94... ¿y por cuál van?... 29, estupendo. Después de estar tres horas y media. Repito: tres horas y media, y haber rellenado una "solicitud blanca", haberme hecho fotos de carnet para cegatos (que es lo que aquí se estila para los documentos oficiales, una mezcla entre el A3 y el A2, así a ojo), me tocó el turno. -Hola, buenos días señorita, vengo a por el Freizügigkeitsbescheinigung. -Ahhh, muy bien, a ver, ¿tiene todo?- Pues creo que sí... pasaporte, solicitud blanca, fotos de carnet, documento de admisión en el Max Planck Institute, documentación acreditativa de la beca FPU del Ministerio...- Estupendo, pues mire, ya sólo le falta el "Meldeantrag" (no sé si se escribe exactamente así), que viene a ser un certificado de domicilio estable- Ahhhh, muy bien, ¿y cómo lo consigo?. Pues verá, se va al final de esta misma calle, hace una cola de aproximadamente hora y media, le darán un papel, se lo da al dueño del piso para que lo firme (matiz: mi arrendador está en Tailandia hasta marzo, mínimo) y, ya si eso, vuelve cuando lo tenga.

A día de hoy me está dando clases de alemán una chica de mi edad en una academia cerca de donde trabajo.

2 oct 2008

Genio y poesía

Hace unos días (cuando estuve en España) me invitaron al curso "Derecho, toros y sociedad", que mi amigo, el incombustible Antonio Comunión, genio presente y futura leyenda, coordina todos los años en la Universidad de la Rioja. Nunca he sido un amante de los toros. Pero no porque me disgusten o me encuentre entre aquellos que piensan que la "Fiesta" sea algo parecido a una ejecución pública, sino porque en mi familia nunca ha habido tradición ni gusto por lo taurino. Que digo yo que hay cosas más importantes sobre las que quejarse, aunque supongo que eso dependerá de sensibilidades. En todo caso, digo, nunca he sido aficionado. Los toros no me disgustan, pero como resulta atrevido opinar y apasionarse por aquéllo que no se entiende, tampoco puedo mostrar mi admiración.

Sin embargo, conocí en el curso a alguien sobre quien es difícil no sentirse cautivado. Rafael Peralta Revuelta, hijo del rejoneador del mismo nombre, licenciado en Derecho y Económicas es todo arte y poesía. Tuve la fortuna de coincidir con él en varias comidas y de disfrutar de sus poemas tanto en el recital que ofreció durante el curso, como en privado. Y puedo decir que cada vez que abría la boca para recitar, conseguía emocionar a todos los presentes y poner los pelos como escarpias a un servidor. No sólo recomiendo profusamente la lectura de sus libros, sino que si tienen la oportunidad de verle en directo sería un auténtico error desaprovecharla.

Con su permiso (aún no otorgado porque aún no me han pasado el e-mail y esperando que sepa perdonar esta licencia) transcribo aquí uno de los poemas que nos dedicó:

Lo que daría, Cachorro
por haber sido torero,
y vestir de blanco y oro
con alamares de ensueño.
Por liarme en un capote
en el patio de los miedos…
Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero,
o salir de aficionado
en plazas y tentaderos.
Hubiera dejado todo,
mis ilusiones y anhelos,
me hubiera mentalizado
a entregarme en alma y cuerpo
¡hubiera dado la vida
por torear en los ruedos!
Yo me fijaba en Belmonte,
En Cagancho y en Chicuelo,
pero se truncó mi suerte
por culpa de aquel becerro
y sólo vestí de luces
dos veces de novillero.
Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero,
y hoy, Cachorro, no soy más
que un artesano alfarero
en un corral de la Cava
igual que lo fue mi abuelo.
¡Lo que daría, Señor,
Lo que daría y no puedo!
Pero hay un día al año
en el que cumplo mi sueño,
cuando me llaman: “¡Valiente!”
entre el olor del incienso
¡qué suerte tengo Dios mío!
¡Cachorro, que no estás muerto!
Por que es aquí, en Triana,
-¿dónde si no, Padre nuestro?-
la noche del Viernes Santo
cuando me siento torero,
con mi faja y alpargatas,
con el costal de mis rezos,
para mecerte Cachorro
¡para llevarte hasta el cielo!

Peralta Revuelta, R., VI Pregón Taurino de Triana, Líderes Editorial, Zaragoza, 2003.