24 jun 2008

Fruto del momento

Coincidimos Mario Vargas Llosa y yo en el lugar y en el tiempo. No es que hubieramos quedado, ni que fuésemos amigos, ni tan siquiera que fuera yo el pensamiento del protagonista de una de sus novelas. Coincidimos, digo, en un acto público. Pero permítanme que haga un excursus y me remonte a un tiempo pasado. Empecé odiando gentilmente a Vargas Llosa a través de sus textos: sufrí y detesté Los cachorros. Hasta tal punto que a día de hoy sigo recordando el nombre de su protagonista, Pichulita. De eso hará ya unos diez años.

Afortunado fue, sin embargo, el día en que cayó en mis manos La ciudad y los perros, una auténtica maravilla literaria. Tal abismo entre ambas provocó en mí un miedo a la hora de acometer la lectura de otra de sus novelas, que aún me produce vértigo. Pese a todo, la admiración que el segundo de los libros me causó (y que aún impregna mi fondo de biblioteca), hizo que cogiera la vieja edición de Seix Barral y la acercase al lugar donde su progenitor se iba a encontrar aquella mañana. Y tan excitado estaba yo con la idea de acercar a ambos, que subí las únicas escaleras del edificio que tienen un punto ciego (las malditas giran abruptamente en ángulo recto) corriendo de manera atropellada, rozando y estando apunto de derribar al genial escritor. La comitiva que le acompañaba (con parte del la cual entonces poseía una buena relación que pese a aquél incidente aún hoy perdura) casi me mata.

Y no creo que hace falta que les recite la moraleja, pero que cierto es aquello de que uno suele encontrar lo que busca... cuando menos se lo espera.

PS.: Por cierto, aquél día Vargas Llosa nos contó la siguiente historia...

Autor de la fotografía: sagabardon

19 jun 2008

Regresas al lugar que abandonaste...

...porque te encontrase a alguien que, sin conocerte, se acercó a ti y te dijo que le gustó lo que escribiste.

...porque añoras ese desolado campo de batalla lleno de líneas por escribir.


Autor de la foto: Carlos Cazurro.