13 dic 2008

"Hamelin"

Siempre me ha gustado El flautista de Hamelin. Hace poco decidí que, dado que Hamelin (Hameln, en alemán) se encuentra tan sólo a un par de horas de Hamburgo, era un buen momento para ir a un lugar del que sólo se habla en los cuentos. Para refrescar la memoria, releí la historia de los hermanos Grimm y recordé por qué me gustaba. Un cuento más bien para adultos, donde un personaje enigmático y, por qué no, siniestro (el carrillón de la Hochzeitshaus da buena cuenta de ello), hace desaparecer a los ciento treinta niños de la ciudad (todos, a excepción de un cojo que no logra alcanzar al resto del grupo) como forma de venganza frente a la recompensa prometida y nunca dada por haber liberado a la ciudad de las ratas. El cuento da que pensar, y uno no sabe si sentirse identificado con los ciudadanos de Hamelin, o con el flautista. El caso es que el sábado pasado, a primera hora, puse rumbo al lugar. No me esperaba gran cosa, la verdad. Tan sólo una ciudad turística tratando de seducir a algún turista desprevenido. Sin embargo lo que me encontré fue bastante diferente.

El hecho de que sea invierno hace que viajar sea bastante menos estresante que durante el periodo estival. Los turistas se quedan en su casa tomando chocolate o en los bares bebiendo cerveza. Sus pequeños bastardos vástagos también (bueno, cerveza no, me imagino). Y aunque haga bastante frío, uno agradece que los comerciantes ávidos de vender ratones de peluche lo tomen por un vecino más de la ciudad (hasta que le oyen hablar, claro) porque ¿quien narices va a venir aquí en esta época del año?

Lo primero que se encuentra uno al llegar a Hamelin (a la salida de la estación de tren) es una estatua gigante de un raton azul celeste de plexiglás en medio de la nada. Y lo que enseguida piensa es - "mal empezamos..." - Sin embargo, la primera impresión pronto se disipa. Siguiendo el, ya prácticamente borrado (a ver si el ayuntamiento se estira un poco, que recursos no le faltarán), sendero de ratas blancas pintado sobre el emperdrado, uno descubre una ciudad preciosa. Una ciudad llena de edificios renacentistas de influencia italiana (Renacimiento del Wesser), a cada cual más impresionante. Eso sí, para variar, y aprovechando que con el frío no se acercan ni los roedores, el Museo estaba cerrado: "estamos trabajando en la creación de un espacio renovado y mejor para usted". Que me imagino yo que estarían trabajando despacito y sin hacer mucho ruido, porque allí lo único que parecía haber era Glühwein y en grandes cantidades. Por otro lado y, también para seguir la tradición, habían puesto un trenecito de juguete y casetas de madera que tapaban la fachada del ayuntamiento. Antes ya había vivido la experiencia en Lübeck (tapando un portal magnífico del siglo XVII) y, hace un tiempo, en Frankfurt. Serán ordenados y funcionales estos alemanes, pero a veces a lógica parece no acompañarles. Como anécdota contaré que mientras pedía una pizza en uno de los puestos del mercado navideño, el camarero, sutilmente advertido (descojonado) por mi acento, me preguntó que de donde venía. -"Aus Spanien"- dije yo, a lo que el cachondo contesta: -"Anda quillo, no me jodas, yo también. ¡De Huelva vengo!-. Y como últimamente viajo sólo bastante y nadie me da conversación, y parece ser que por Hamelin los nativos de la piel de toro no abundamos (y que conste que lo de la piel de toro es un recurso estilístico -tópico, eso sí-, pequeños antropófagos buscadores de carne fresca) pues el tipo se puso a darme conversación. Eso sí, de descuentos nada de nada.

Como no me quedaba a pasar la noche, llegado cierto momento se me presentó un problema de tiempo. Y es que resulta que en Hamelin tienen un importante taller de vidrio, donde el maestro artesano te muestra como se hacen los objetos (verdaderamente chulos) que allí elaboran. Y donde si tienes huevos (o ganas), demuestras tus habiliades soplando vidrio. Cómo a mí eso de soplar no me va mucho y el horario coincidía con el del carrillón que representa la escena del cuento, tuve que elegir. Afortunadamente creo que hice bien y me quedé con este último. Abajo se puede ver el video, aunque es una lástima que por falta de espacio sólo grabase la primera parte y no cuando el flautista, encapuchado, se lleva a los niños a su cueva-harem. Y el resto de fotos las podéis encontrar aquí.



Ps.: la foto de la vidriera que se puede ver arriba se encuentra en la iglesia de la ciudad.

1 comentario:

Sakiko dijo...

muuuuuy bonitos el vídeo y las fotos!!!!!!
me parece que esta ciudad enterna está en fantasía^^
Vas a pasar las Navidades en Alemania?

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