22 dic 2008

Pre-Navidad

Este año las Navidades van a ser bastante distintas. Para empezar me quedo en Hamburgo por aquello de no romper el ritmo y hacer algo diferente. Resulta curiososo ver como en esta ciudad, donde aproximadamente la mitad de la población son protestantes y la otra mitad católicos, la Navidad pasa practicamente desapercibida. No sólo no hay belenes por las calles, sino que apenas se puede ver decoración y luces de colores (aunque tal vez eso sea debido a los millones de personas envueltas en la vorágine consumista que las tapan). Pero el caso es que poquito a poco ya es 22 de diciembre. Y para advertirnos de las fechas en las que estamos, la gente y las instituciones se empeñan en hacer cosas para recordártelo, tales como las famosas cenas de empresa.

El Max-Planck no es una empresa (o sí, bueno, no sé). El caso es que el jueves pasado tuvimos la cena de navidad. Ciento cuarenta personas mostrando sus mejores galas. Un servidor, que normalemente va arreglado a trabajar, esa noche iba con un jersey de campaña y botas, porque a las pocas horas (a eso de las 6:20) cogía un tren a Dresden, aprovechando que el Instituto estaba cerrado al día siguiente. La fiesta digamos que fue bastante, muy o incluso extremadamente aburrida en algunos momentos. Afortunadamente algunos de los presentes (menos de diez...) nos quedamos y acabamos comiendo trozos de pato con patatas con las manos y agotando las existencias remanentes de cerveza a las dos y pico de la mañana en la terraza del tercer piso de la respetable institución (...). Hay fotos que jamás saldrán de mi cámara.

Tras dormir unas pocas horas en casa y unas cuantas más en el tren, llegué a Dresden. Lo único que puedo decir es que no me lo esperaba. La llaman la Florencia de Alemania y aunque en mi opinión no tenga nada que ver la una con la otra, sí que es cierto que es una ciudad preciosa, de las más bonitas de Europa. Eso, unido al hecho de tener una pinacoteca como la Gemäldegalerie Alte Meister (Galería de los Viejos Maestros) le da muchos puntos como lugar a tener en cuenta en cualquiera de mis futuros viajes. Como una imagen de la ciudad vale más que mil palabras, ahí dejo un video con unas cuantas de las fotos que saqué (aunque aquí estén en baja calidad).



Cómo anécdotas he de decir que el sábado por la mañana interrumpí mi encuentro con Dresden y le fui infiel con Görlitz, el pueblo (ciudad) más oriental de Alemania, al que merece la pena acudir no sólo por sus más de cuatro mil edificios declarados patrimonio universal por la UNESCO y por su laberinto de calles empedradas y sorpresas a cada esquina, sino por la mera curiosidad de cruzar un pequeño puente y estar pisando suelo polaco. Fue una lástima que el primer bar que encontré estuviera cerrado porque en caso de no estarlo no hubiera perdonado una żywiec.

Lo único desagradable del viaje fue un domingo lleno de incidentes. Uno a veces sobreestima la eficiencia de los trabajadores alemanes, pero por desgracia hay tontos en todos los lados. La (ex)residencia de los reyes sajones (Residenzschloss) es un palacio en cuya cámara del tesoro (la llamada Grünes Gewolbe) hay tropocientasmil piezas de incalculable valor. Era mi última visita programada del domingo antes de dejar la ciudad. Así que, a sabiendas de la gente que se suele congregar a la entrada (y eso que estamos en invierno y hace un frío que jode desmoralizante), me acerqué de par de mañana, a eso de las 10. El caso es que como sucede en muchos de estos sitios, las visita está restringida a un número limitado de visitantes por hora. Y si intentas entrar antes o después de la hora que marca la entrada... bueno, todos sabemos lo que pasa entonces. Reproduzco a continuación el dialogo con la amable anciana que me antendió: -"Hi, one ticket at half past twelve, please" - "Half past twelve?" - "Yes, half past twelve... um halb eins, bitte..." - Ok - El caso es que yo me guardé el ticket (error de principiante) y me fui a matar las dos horas y pico que faltaban hasta entonces a la sala de armas del Zwinger, el más que impresionante y barroco complejo de museos. Cuando volví a las 12:20 y saqué el ticket comprobé como la simpática meretriz me había dado una entrada para las 11:30 (...) Después de jurar en hebreo varias veces y decirle a la señorita de la entrada que era culpa de la fulana que me había atendido me fui del museo antes de que mis instintos homicidas desencadenasen una tragedia. Total, como la entrada "sólo" costaba diez euros... Estando así las cosas opté por volver a Hamburgo un poco antes y aprovechar la tarde. Comprar postales con un marcado caracter ajeno a lo navideño y esas cosas. El caso es que en la estación me informaron que había un tren que paraba en Berlín Central y de ahí a los diez minutos partía otro para Hamburgo. Efectivamente el tren NO paraba en Berlín Hfb, sino en Berlín Sudkreuz, a tomar por culo del centro. Una hora y una recarga de batería del teléfono móvil en el baño de la estación más tarde, me montaría en el tren que, esta vez sí, me dejaría en casa. Así que chicos, ya sabéis, si no os llegan las postales, es culpa de los servicios de atención al cliente alemanes ;)

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