4 dic 2008

Como polvo entre los dedos

Primer acto:

No creo en nacionalismos. No creo en la lucha por la independencia. La verdadera lucha es despertarse cada mañana y dejarse la piel en el intento de ser lo que uno quiere ser. La verdadera independencia consiste en no traicionarse ni a sí ni a los demás. La tierra prometida es una quimera hecha de piel grabada con tinta indeleble sobre cuerpos vacíos y yacentes. Desprecio los asesinatos de ETA. Traicionan mi concepción del mundo y de las personas. Sin embargo, ya no pienso que en las personas habite el mal por naturaleza. No es odio, es miedo. No es maldad, es estupidez.

Segundo acto:

La tierra se me escapa entre los dedos, como arena, desde hace varios años. La tierra no tiene forma, no está arriba ni abajo, se ha quebrado. No estoy en ninguna parte, aunque sea de algún sitio. Entre esos mismos dedos se escurre también el tiempo y, con él, la gente. Se dispersan, se evaporan y se asientan en otro lugar. Cuando nos juntamos, el tiempo se pliega. He aprendido mucho y casi nunca sólo. Y una de las cosas que he aprendido es que se aprende de los demás. Es agridulce el sabor de la pérdida, no ya de momentos y lugares, sino de personas. Hitos en medio del camino, que se mueven a toda velocidad por railes invisibles. Estaciones que cambian de nombre y de lugar, pero que aparecen situadas siempre correctamente en el mapa de la gente que importa. Es por eso que no creo en el Tiempo ni en el Espacio, tan sólo en los buenos amigos y las cervezas compartidas.

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