14 sept 2008

Esmeralda la fantástica

Leía el otro día en El Sentido de la Vida un artículo en el que se hablaba de como ciertas personas eran especiales y convertían en especial todo lo que había a su alrededor. Mi amiga Esmeralda es una de esas personas. Han llovido ya muchos años desde que la conociera. Éramos los dos poco más que niños y en este tiempo se puede decir que hemos crecido juntos. Ahora ella es toda una señorita que vive y trabaja en París y yo... bueno, yo soy yo. El caso es que Esmeralda, además de entrañable, es una extraña combinación entre dudas trascendentales, decisiones valientes, desinhibición e inteligencia. Pero como todos, de vez en cuando se enfrenta con situaciones que requieren estar hecho de una madera especial. Es lo que le sucedió cuando se dio cuenta de que no se encontraba bien (o al menos no tanto como ella quería) con su antiguo trabajo en Bilbao. Y también se dio cuenta gracias a eso (o tal vez fuera esa precisamente la razón que motivó el cambio) de que su sitio estaba en París. Era arriesgado, desde luego, y bien podía ser un error de apreciación, pero sin embargo, el mero hecho de ser lo que ella deseaba en ese momento bastaba para que fuera la decisión acertada. Y en mi fuero interno (ahora también externo) me enorgullezco de ser una de las pocas personas que le dijo -vete, no seas tonta, ¿es lo que quieres?, pues a que esperas- frente a los miedos de sus amigos y familia propios de quien osa desafiar lo cotidiano. Hecho (el de apoyarla) que, por otro lado, tampoco tiene mérito alguno. Al fin y al cabo el que se juega el pellejo es el otro y no tú.

Han pasado ya algunos meses de aquello. Nos despedimos de Logroño prácticamente al tiempo. Fue en un "Actual", festival al que declaramos hace algunos años nuestro amor incondicional (en especial a la sección de cine). Ella se fue a París y yo a Madrid. Ahora ella sigue en París y yo en Hamburgo. Estoy seguro que pese a que estos primeros momentos han sido, en parte, muy difíciles para ella, ha aprovechado el tiempo mucho mejor de lo que lo he hecho yo hasta el momento. Seguro que al menos ha buscado, aun a la fuerza, su lugar (y no sólo me refiero a la ciudad). Es lo que tienen las personas especiales. Mientras otros nos empeñamos en ver pasar el tiempo, adocenarnos y entrar en estado de sopor mientras todo se mueve, para sólo despertar en determinados momentos, coger impulso y volvernos a parar al poco, las personas especiales (aunque ellas ni tan siquiera sean conscientes de ello) mueven todo a su alrededor, se mezclan con ello y capturan las nuevas esencias para no volver a soltarlas jamás.

1 comentario:

lghenriquez dijo...

Supongo que una parte de la amistad que pocos mencionan, quizá por miedo a sonar egoístas o interesados, es la satisfacción de poder estar orgulloso de tus amigos, de poder decir: ¡yo conozco a ese tipo, es un duro! o ¡esa chica es mi amiga y es fantástica! y sentirse parte de ello. Así sea sólo por haber estado allí mientras se fraguaba su devenir. Se siente bien poder decirlo o escribirlo (claro que no es necesario desdeñar de los propios esfuerzos) y también se ha de sentir bien saber que tus amigos aprecian tus aciertos en la vida. Yo de este par aquí, ni idea, pero seguro que han sido, son y serán buenos amigos por un buen rato.

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