Sin embargo, conocí en el curso a alguien sobre quien es difícil no sentirse cautivado. Rafael Peralta Revuelta, hijo del rejoneador del mismo nombre, licenciado en Derecho y Económicas es todo arte y poesía. Tuve la fortuna de coincidir con él en varias comidas y de disfrutar de sus poemas tanto en el recital que ofreció durante el curso, como en privado. Y puedo decir que cada vez que abría la boca para recitar, conseguía emocionar a todos los presentes y poner los pelos como escarpias a un servidor. No sólo recomiendo profusamente la lectura de sus libros, sino que si tienen la oportunidad de verle en directo sería un auténtico error desaprovecharla.
Con su permiso (aún no otorgado porque aún no me han pasado el e-mail y esperando que sepa perdonar esta licencia) transcribo aquí uno de los poemas que nos dedicó:
Lo que daría, Cachorro
por haber sido torero,
y vestir de blanco y oro
con alamares de ensueño.
Por liarme en un capote
en el patio de los miedos…
Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero,
o salir de aficionado
en plazas y tentaderos.
Hubiera dejado todo,
mis ilusiones y anhelos,
me hubiera mentalizado
a entregarme en alma y cuerpo
¡hubiera dado la vida
por torear en los ruedos!
Yo me fijaba en Belmonte,
En Cagancho y en Chicuelo,
pero se truncó mi suerte
por culpa de aquel becerro
y sólo vestí de luces
dos veces de novillero.
Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero,
y hoy, Cachorro, no soy más
que un artesano alfarero
en un corral de la Cava
igual que lo fue mi abuelo.
¡Lo que daría, Señor,
Lo que daría y no puedo!
Pero hay un día al año
en el que cumplo mi sueño,
cuando me llaman: “¡Valiente!”
entre el olor del incienso
¡qué suerte tengo Dios mío!
¡Cachorro, que no estás muerto!
Por que es aquí, en Triana,
-¿dónde si no, Padre nuestro?-
la noche del Viernes Santo
cuando me siento torero,
con mi faja y alpargatas,
con el costal de mis rezos,
para mecerte Cachorro
¡para llevarte hasta el cielo!
por haber sido torero,
y vestir de blanco y oro
con alamares de ensueño.
Por liarme en un capote
en el patio de los miedos…
Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero,
o salir de aficionado
en plazas y tentaderos.
Hubiera dejado todo,
mis ilusiones y anhelos,
me hubiera mentalizado
a entregarme en alma y cuerpo
¡hubiera dado la vida
por torear en los ruedos!
Yo me fijaba en Belmonte,
En Cagancho y en Chicuelo,
pero se truncó mi suerte
por culpa de aquel becerro
y sólo vestí de luces
dos veces de novillero.
Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero,
y hoy, Cachorro, no soy más
que un artesano alfarero
en un corral de la Cava
igual que lo fue mi abuelo.
¡Lo que daría, Señor,
Lo que daría y no puedo!
Pero hay un día al año
en el que cumplo mi sueño,
cuando me llaman: “¡Valiente!”
entre el olor del incienso
¡qué suerte tengo Dios mío!
¡Cachorro, que no estás muerto!
Por que es aquí, en Triana,
-¿dónde si no, Padre nuestro?-
la noche del Viernes Santo
cuando me siento torero,
con mi faja y alpargatas,
con el costal de mis rezos,
para mecerte Cachorro
¡para llevarte hasta el cielo!
Peralta Revuelta, R., VI Pregón Taurino de Triana, Líderes Editorial, Zaragoza, 2003.
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