El Max-Planck no es una empresa (o sí, bueno, no sé). El caso es que el jueves pasado tuvimos la cena de navidad. Ciento cuarenta personas mostrando sus mejores galas. Un servidor, que normalemente va arreglado a trabajar, esa noche iba con un jersey de campaña y botas, porque a las pocas horas (a eso de las 6:20) cogía un tren a Dresden, aprovechando que el Instituto estaba cerrado al día siguiente. La fiesta digamos que fue bastante, muy o incluso extremadamente aburrida en algunos momentos. Afortunadamente algunos de los presentes (menos de diez...) nos quedamos y acabamos comiendo trozos de pato con patatas con las manos y agotando las existencias remanentes de cerveza a las dos y pico de la mañana en la terraza del tercer piso de la respetable institución (...). Hay fotos que jamás saldrán de mi cámara.
Tras dormir unas pocas horas en casa y unas cuantas más en el tren, llegué a Dresden. Lo único que puedo decir es que no me lo esperaba. La llaman la Florencia de Alemania y aunque en mi opinión no tenga nada que ver la una con la otra, sí que es cierto que es una ciudad preciosa, de las más bonitas de Europa. Eso, unido al hecho de tener una pinacoteca como la Gemäldegalerie Alte Meister (Galería de los Viejos Maestros) le da muchos puntos como lugar a tener en cuenta en cualquiera de mis futuros viajes. Como una imagen de la ciudad vale más que mil palabras, ahí dejo un video con unas cuantas de las fotos que saqué (aunque aquí estén en baja calidad).
Cómo anécdotas he de decir que el sábado por la mañana interrumpí mi encuentro con Dresden y le fui infiel con Görlitz, el pueblo (ciudad) más oriental de Alemania, al que merece la pena acudir no sólo por sus más de cuatro mil edificios declarados patrimonio universal por la UNESCO y por su laberinto de calles empedradas y sorpresas a cada esquina, sino por la mera curiosidad de cruzar un pequeño puente y estar pisando suelo polaco. Fue una lástima que el primer bar que encontré estuviera cerrado porque en caso de no estarlo no hubiera perdonado una żywiec.
Lo único desagradable del viaje fue un domingo lleno de incidentes. Uno a veces sobreestima la eficiencia de los trabajadores alemanes, pero por desgracia hay tontos en todos los lados. La (ex)residencia de los reyes sajones (Residenzschloss) es un palacio en cuya cámara del tesoro (la llamada Grünes Gewolbe) hay tropocientasmil piezas de incalculable valor. Era mi última visita programada del domingo antes de dejar la ciudad. Así que, a sabiendas de la gente que se suele congregar a la entrada (y eso que estamos en invierno y hace un frío